martes, 13 de agosto de 2013

Obsesión y tramas del destino


Estimados lectores:
Queremos aclarar que nuestra formación es totalmente de la Fraternidad Rosacruz de Max Heindel, también es de hacer notar que dentro de nuestra Filosofía Rosacruz, no poseemos demasiada literatura, y menos práctica en los casos de Obsesión, cosa que sí destacamos como de suma importancia, la experiencia de las Escuelas Espíritas sobre este tema, es por eso y solamente para la instrucción general que publicamos lo siguiente:
Fraternalmente Edgardo Ceol

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Obra: Tramas del Destino
Temática:   Obsesión y tramas del destino
(Primera edición Feb. - páginas 11 a 21)

Es muy difícil, si no del todo improbable, al estudioso de la problemática humana, comprender, desde el punto de vista de la unidad de las existencias, las tramas del destino. Examinada sólo una vida, aun con el mayor esmero psicológico, no se dispone de los datos suficientes para poder explicar la Justicia Divina, considerando la pluralidad de los sucesos felices y desgraciados que gravitan en torno de los hombres, y que los distinguen en la vasta gama policromada de sus conquistas y de sus caídas. De un solo golpe, es imposible intentar abarcar el campo de acción y las ocurrencias en un todo fijo y complejo, en el cual el hombre sea una pieza impulsada por un determinismo ciego, o alguien cuyo libre albedrío disponga de una clarividencia muy especial para realizarlo todo en una sola vida, acertando y sublimándose, equivocándose y rehabilitándose. Las concepciones de la predestinación por la gracia, de las concesiones por el ingreso en el paraíso y de los castigos infernales, se encuentran sobrepasadas, hasta en el seno de algunas religiones que las prescribían.
Por otro lado, negando al Autor Divino de la Creación, y siendo la vida relegada al caos, no es posible explicar los “por qué” inteligentes que a todos asoman y dominan ante las incontables adquisiciones del espíritu humano, aturdido ante las incuestionables pruebas de la supervivencia del ser en la hora de la muerte, de la comunicación posible del principio intelectual, después de la tumba… Las modernas doctrinas de la Parapsicología, de la Psico-biofísica y de otras ciencias experimentales equivalentes, intentan colocarse en el lugar del espíritu que confrontan en sus laboratorios, sucedáneos materialistas y energeticistas, sin el éxito que sería de esperar, ya que esos mismos agentes se desmoronan cuando son colocados ante nuevos hechos que se pulverizan incesantemente. La temeraria reacción contra el Espíritu, entidad inteligente que preexiste al cuerpo y que persiste después de la muerte, viviendo con su ropaje somático, va siendo lentamente vencida, pese a la cautelosa posición asumida por los investigadores científicos y estudiosos de la actualidad. Manteniendo una actitud contraria a la Religión de la que la Ciencia fue víctima milenariamente, discurren los modernos parapsicólogos y psicobiofísicos, con algunas excepciones, adoptando intransigentes posiciones de anatema contra la fe, en una reacción injustificable. Aseveran que aún no tienen pruebas contundentes y finales de la supervivencia del espíritu más allá de la tumba, ni documentación alguna que consiga probar la existencia del alma. Cada vez que un nuevo hecho hace zozobrar la teoría negativista anterior, se apresuran elaborando otra que atienda con relativa eficiencia el propósito a que se aferran, con la misma inquietud e inseguridad que caracterizaba a los metapsiquistas de ayer y a los psiquiatras del pasado. La inmortalidad, no obstante, triunfa sobre los que la niegan. Los hombres interexistentes, los hombres psi, se multiplican, y los fenómenos de que son objeto, imponen urgente reconsideración en las ideas y en las opiniones premeditadas.
Las enfermedades de la mente se suceden avasalladoras en razón directa en que los métodos psiquiátricos, psicoanalistas y psicobiológicos se agudizan, pero que resultan incapaces de detener la gran avalancha de los distónicos, de los esquizofrénicos, de los neuróticos y de los psicópatas… Saturado por el escepticismo, el hombre escéptico, se arroja en la búsqueda de las emociones fuertes y resucita cultos demoníacos, misas negras y sabats, en sus ansias de lograr lo sobrenatural, lo fantástico… Las orgías de sangre, de sexo y de drogas, lo hacen retroceder a los orígenes del primitivismo, revelando la quiebra de las conquistas extrínsecas y el malogro de la ética desasociada de las aspiraciones legítimas, convirtiéndola en algo ya pasado… Fantasmas reales e imaginarios, preanuncian hecatombes generales, ya que las parciales se suceden por todas partes. Las soluciones superficiales y apresuradas, no resuelven las cuestiones complejas de profundidad, atenuando en la superficie los efectos, sin remover en las causas las legítimas raíces en que se fijan los males continuos. El hombre moderno se encuentra aturdido. Adicionándose a esas inquietantes obligaciones, surgen las parasitosis espirituales, que los académicos insisten en ignorar, obstinándose en desconsiderarlas. No obstante, en las células espíritas en donde vibran las armonías del Consolador prometido por Jesús, reaparece la terapéutica del Evangelio, a través de técnicas especiales mediante las cuales se liberan perseguidos y perseguidores, concediéndoles la salud íntima, la paz… En sus nobles tareas de desobsesión, se enfrentan los dos mundos en lucha: el espiritual y el físico; de cuyos paneles se puede aprender en las causas reales, la lógica de los efectos que engendran y que producen las tramas de los destinos. Mediante el conocimiento de la reencarnación, de la pluralidad de existencias planetarias, se puede formar el cuadro esclarecedor para poder comprender las circunstancias que escapan, aparentemente misteriosas, muchas veces inexplicables… El hombre no experimenta una sola y única vida terrestre.
La Tierra es su cuna y la escuela en la que evoluciona, de-mandando más altas adquisiciones espirituales. Sus experiencias de éxitos o de fracasos, producen el engranaje en que se moverá en el futuro. A cada acción, corresponde una reacción equivalente. No siendo la muerte otra cosa que una transferencia de posición vibratoria, la vida mantiene su interacción y su armonía en las diversas situaciones en el cuerpo físico y fuera de él, sin solución alguna de continuidad perturbadora. * Muchos de los problemas graves relacionados con la salud física y mental que la Medicina depara a cada momento, tienen sus raíces en el pretérito espiritual del paciente. Sus errores y sus adquisiciones, constituyen los agentes de su perturbación o de su paz. Reencarnando cada cual con la suma de sus propias experiencias, son diversas las situaciones personales, tal como se observa en el Mundo. Vinculados a los desafectos de los cuales desearan librarse, sin lograrlo, sufren sus influencias maléficas. Auto-obsesiones, obsesiones y subyugaciones, son capítulos que merecen de la Patología Médica, un estudio simultáneo con los postulados del Espiritismo. La reencarnación es la clave que explica sus enigmas. Al lado de las terapéuticas valiosas que son aplicadas ahora a los obsesados de distinta clase, se imponen los recursos valiosos y saludables de la fluidoterapia y de las expresivas contribuciones doctrinarias de la Tercera Revelación, que trae de regreso los insuperables métodos evangélicos de los que es su exponente máximo Jesús, el Divino Médico de todos nosotros.
El amor y la oración, el perdón y la caridad, la tolerancia y la confianza, no son sólo virtudes vinculadas a las religiones pasadas, sino también insustituibles valores de higiene mental, de psicoterapia, de laborterapia, que son de urgencia para neutralizar las ondas crecientes del odio y de la rebeldía, de la venganza y de la aflicción, de la intolerancia y de la desconfianza, de la falta de creencia y de la desesperación, que irrumpen y se instalan en el hombre, avasallándolo todo intempestivamente. La Doctrina Espiritista dispone de valiosos tesoros para poder adquirir la felicidad en la Tierra y después de ella. Conocerla y practicar sus enseñanzas, representa una libertad dichosa para aquellos que aspiran disfrutar de mejores días, que anhelan la paz y que trabajan por el bien. ……………………………………………………………….. Diariamente, se sumergen en el ropaje carnal, con propósitos relevantes, espíritus felices que se olvidan voluntariamente de los placeres que pueden disfrutar, tratando, a través del amor, de elevar a las Regiones Venturosas, a antiguos compañeros que, por obstinación, equívoco o rebeldía contumaces, naufragaron en las experiencias de la evolución, deteniéndose en lamentables esta-dos de perturbación. Examinan por todas partes lugares de sombra y de agonía, cuyos paisajes yermos y enfermizos, envenenan más a los que allí se detienen, debido a la exteriorización miasmática de sus pensamientos en desorden y de sus personalidades enfermizas… Aglutinados en grupos compactos o formando comunidades desgraciadas, esos lugares constituyen verdaderas “ciudades del dolor”, donde expurgan, esos desventurados seres, los gravámenes que los encadenan, convertidos en sicarios unos de otro, conforme a las habilidades y a las posibilidades que cultivaron por la astucia o por la perversidad, mientras transitaron por el domicilio corporal…
Desfallecidos unos y enfurecidos otros, constituyen una masa desdichada que se mueve sin dirección, padeciendo indescriptibles terrores o produciendo deplorables dolores en sí mismos como en el prójimo, al que se vinculan o imantan con sujeción a afinidades existentes, que los une recíprocamente en vigorosas sintonías obsesivas. El concepto teológico sobre el Infierno, extrayendo del mismo el carácter de eternidad que no posee, es pálido al presenciar esos múltiples submundos que se multiplican en forma terrorífica, en la Tierra, en lugares específicos, como alrededor del Orbe, experimentando las mismas coyunturas de gravitación que rigen el Planeta… En esas lóbregas sociedades espirituales, raramente rigen la piedad y la esperanza, debido a los inconcebibles conciliábulos de la desdicha que subyuga a los que allí se hallan recogidos, cuyos jefes draconianos se arrogan derechos para ajusticiar, persiguiendo no solamente a los que sufren las circunstancias después de haber desencarnado, sino también a los hombres que sufren su influencia por natural proceso de vinculación moral y psíquica, en torpe comercio obsesivo de grave porte. Sucede que la vida humana, señalada por el desequilibrio, en la superficie del Mundo, refleja sólo pálidamente las realidades que se viven en las Esferas Espirituales Inferiores, por ser en éstas donde surgen los factores reales, que modelan aquellos sufrimientos… de esa forma, en tales laberintos de pesadillas y de horror, se programan incontables desgracias tanto individuales como colectivas, que recaen violentas sobre los que deambulan en las formas físicas… No obstante, el vigilante amor de nuestro Padre, en su compasión, procede periódicamente a expurgaciones lenificadoras, a emigraciones en grupos, encaminando a legiones de esos desdichados, colectivamente, a la experiencia reencarnacionista, con vista a su propia mejoría y a la disminución de la psicosfera que los envenena y degenera, perturbando, de cierto modo, la economía moral de la Tierra…
Frecuentemente, en nombre de ese amor, caravanas de abnegados enfermeros espirituales y de misioneros de la caridad, condensan sus energías sutiles, y descienden hasta esos laberintos de alucinación y de crimen, usando la misericordia y la solidaridad con que sensibilizan a los más heridos y a los más acongojados, ayudándolos a renovarse interiormente, proporcionándoles la modificación vibratoria, para que puedan deshacerse mentalmente de los martirios que los torturan, y para que bajo la cariñosa vitalidad de la oración como de la afectividad del despertar, puedan ser recogidos y encaminados a nidos de reposo y a campos de restablecimiento, donde puedan armarse de fuerzas para acometimientos futuros… Bendecidos por verdaderos indultos divinos que les proporcionan el pago de pesadas deudas en clima menos denso de angustia, en los círculos del sufrimiento corporal y moral, son conducidos, tan pronto como es posible, a la carne, esa bendita escafandra terrestre, nuestra escuela de redención. Ante la clara iluminación de las estrellas, en determinada noche, bajo el palio de la oración luminosa, tales Mensajeros de la bondad y de la renuncia, descienden a las simas o deambulan rumbo a los hospitales-purgatorios colectivos, para recoger a los arrepentidos y a los sensibilizados que fueron alcanzados por la magnanimidad del Cordero Celeste, así como la de Su Augusta Madre, la Excelsa Madre de toda la Humanidad, sublime intercesora de todos nosotros. Sin embargo, guardando con la retaguardia de donde proceden, los vínculos de dolor, y aspirando las fuerzas psíquicas con que se sustentaron largamente, traen a los círculos carnales, las señales de los errores, los estigmas de que necesitan liberarse, las fijaciones de la demencia en que se esconden de los sicarios, o las matrices para oportunas realizaciones en consorcio obsesivo con que se levantarán de la desgracia y podrán alcanzar la felicidad los antiguos secuaces que fueron sus víctimas, ahora transformados en verdugos impenitentes… En el tejido de los destinos humanos, los hilos que atan las mallas de las redes de los compromisos, proceden siempre de las vidas pasadas. No existe acaso alguno rigiendo los acontecimientos. Ninguna fuerza fortuita aparece actuando al azar.
Los actos generan efectos que toman la dirección de las opciones al alcance de las circunstancias, para la eclosión de las Leyes Divinas dentro del equilibrio cármico, a través de las “causas y efectos”. En toda obsesión, simple o subyugadora, como quiera que se presente, la trama de los destinos se sitúa en el pasado espiritual de los litigantes, en forma de factores causales. Cubrirse de amor y de conocimiento, con el fin de poder ayudar con provecho, debe ser tal vez la actitud de quien se hace candidato a ese ministerio de la terapia providencial.

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