La Sangre.
( desde la ciencia: pueden ver vídeo desde aquí)
El estudio de la sangre es algo muy profundo y trascendental, desde cualquier punto de vista que lo
consideremos. Mefistófeles tenía razón al decir que "la sangre es una esencia muy especial”. Ella es la que va formando el cuerpo físico desde el momento en que la simiente atómica queda depositada en el óvulo, hasta que
se produce la ruptura del cordón plateado, que termina con la existencia material, siendo uno de los más elevados
productos del cuerpo vital y el que lleva la nutrición a todas las partes del cuerpo. Es el vehículo directo del Ego,
inyectándose en ella todo pensamiento, sentimiento o emoción transmitidos a los pulmones.
Durante la infancia y hasta los 14 años, la médula rojiza de los huesos no forma todos los corpúsculos
sanguíneos, sino que la mayoría son suministrados por la glándula Timo, que es muy grande en el feto y que
gradualmente disminuye de tamaño conforme la facultad individual de crear su propia sangre va aumentando en
el niño. La glándula Timo contiene, por decirlo así, una reserva de corpúsculos sanguíneos suministrados por los
padres y, consiguientemente, el niño, que extrae su sangre de esta fuente, no puede realizar su individualidad.
Hasta que el niño mismo no es capaz de crear su propia sangre, no puede pensar plenamente de si mismo como
“yo”, y cuando la glándula tímica desaparece a la edad de 14 años, el sentimiento del "yo" alcanza toda su
expresión, porque entonces la sangre es fabricada y dominada completamente por el Ego. Lo siguiente aclarará
este concepto y demostrará su lógica:
Se recordará que la asimilación y el crecimiento dependen de las fuerzas que operan sobre el polo positivo del
éter químico del cuerpo vital. Este cuerpo queda en libertad a los siete años, juntamente con el resto de dicho
cuerpo. Sólo el éter químico está completamente maduro a esa edad, pues los otros necesitarán un poco más de
maduración, por así decirlo. A los 14 años el éter de vida del cuerpo vital, que es el que actúa en la propagación,
está completamente maduro. En el período que transcurre entre los siete y los catorce años de edad, la asimilación
excesiva ha ido acumulando un acopio de energías que va a parar a los órganos sexuales y está en disponibilidad
en cuanto el cuerpo de deseos queda en libertad.
La fuerza sexual se va acumulando en la sangre durante el tercero de los períodos septenarios, y en ese tiempo el
éter luminoso, que es el generado o conductor del calor sanguíneo, se desarrolla por completo y controla el
corazón, de manera que el calor del cuerpo no sea ni demasiado alto ni excesivamente bajo. En la temprana
infancia la temperatura suele subir anormalmente. Durante el periodo de crecimiento excesivo puede ocurrir lo
contrario, y en la juventud engreída, testaruda e incontrolada, la pasión y el genio arrastran muy a menudo al Ego
con la sangre sobrecalentada. Es con suma, propiedad que decimos entonces que el individuo está "hirviendo" y
que la persona en cuestión “pierde la cabeza”, o sea que se hace incapaz de pensar. Eso es exactamente lo que
sucede cuando la pasión, la ira o el temperamento sobrecalientan la sangre expulsando al Ego fuera de sus
cuerpos. El Ego se encuentra fuera de sus vehículos y estos actúan desordenadamente, libres de la influencia
atemperadora del pensamiento, una parte de cuyo trabajo consiste en actuar como freno de los impulsos. Sólo el
Ser humano que se mantiene frío y no permite que el exceso de calor lo expulse del cuerpo, puede pensar
serenamente.
Como prueba del aserto de que el Ego no puede obrar en el cuerpo cuando la sangre está demasiado caliente o
demasiado fría, podemos llamar la atención sobre el hecho bien conocido de que el calor excesivo torna al ser
humano soñoliento, y si pasa de cierto límite, entonces llega hasta expulsar al Ego, quedando el cuerpo
inconsciente. Sólo cuando la sangre está a su temperatura normal o casi, puede el Ego utilizarla corno vehículo de
conciencia.
El ardor de la vergüenza es, por ejemplo, una prueba de la forma en que la sangre afluye a la cabeza,
sobrecalentando el cerebro y paralizando el pensamiento. El miedo es un estado en que el Ego quiere levantar una
barricada contra algún peligro exterior. Entonces atrae toda la sangre hacia el centro y el rostro empalidece,
porque la sangre ha abandonado la periferia del cuerpo y ha perdido calor, paralizando así también el
pensamiento. En las fiebres, el exceso de calor causa el delirio.
La persona sanguínea, siempre que su sangre no sea demasiado caliente, es muy activa, corporal y mentalmente,
mientras que las personas anémicas son soñolientas
En unas el Ego tiene mejor control; en otras, menos. Cuando
el Ego quiere pensar, hace afluir sangre a la temperatura adecuada al cerebro.
Cuando una comida pesada centraliza las actividades del Ego en el tracto digestivo, el ser humano no puede pensar: está soñoliento.
Los antiguos hombres del Norte y de Escocia reconocían que el Ego está en la sangre. Ningún extranjero podía
emparentarse con ellos a menos de que mezclara sangre con ellos, convirtiéndose así también en uno del grupo.
En los descendientes de las familias patriarcales, Adán, Matusalén, etcétera, la sangre que corría por sus venas
contenía las imágenes de todo lo que les había ocurrido a sus antecesores, y estas imágenes estaban
constantemente ante la visión interior de cada uno de los descendientes, quienes entonces no tenían visión
exterior. Actualmente la sangre de cada individuo contiene solamente las imágenes de sus propias experiencias
individuales, y la mente subconsciente tiene acceso a ellas. Hasta el tiempo en que el matrimonio fuera del clan
familiar comenzara, los individuos estaban gobernados por un espíritu familiar (ángel) que penetraba en su sangre
por medio del aire inspirado y ayudaba a cada Ego a dominar sus vehículos. Cuando comenzó el matrimonio
fuera la familia, los Egos habían llegado a un punto de la evolución de la conciencia de sí, en que podían
depender completamente de sus propios Yo, y debían dejar de ser autómatas guiados por los dioses,
convirtiéndose en individuos libres, capaces de gobernarse a sí mismos. Cuanto mayor es la mezcla de sangres
tanto menos influible es el Ego Individual por los espíritus familiares o de la raza. La sangre pura, sin mezcla, nos
daba la ayuda y el auxilio ancestral cuando lo necesitábamos. La sangre mezclada creó la independencia de toda
ayuda exterior. Un Dios, un Creador, tiene que ser independiente.
El calor de la sangre es la sede del Ego, y los Espíritus Luciféricos de Marte ayudan a mantener este calor
disolviendo el hierro, el metal de Marte, en nuestra sangre, para atraer el oxígeno, que es un elemento solar.
El calor adecuado para la expresión real del Ego no está presente hasta producirse el nacimiento de la mente, de
la Mente Concreta Macrocósmica, o sea cuando el individuo llega a los 21 anos de edad. Las leyes humanas
también reconocen que ésta es la edad más temprana cómo para conceder al ser humano la libertad, la mayoría de
edad.
En las clases inferiores de los animales la sangre es fluida y nucleada. Los núcleos que son los centros de vida,
son la sede de un espíritu colectivo, el cual regula sus procesos vitales y los guía mediante esos núcleos. Durante
la primera parte del período gestatorio, la sangre del feto es nucleada por la vida de la madre, siendo ella la que
regula los procesos de la formación corporal; pero tan pronto como el nuevo Ego entra en el cuerpo de la madre,
comienza a imponer su individualidad y a resistirse a la formación de células sanguíneas nucleadas. Entonces las
viejas células van desapareciendo gradualmente de manera que cuando el cordón plateado se suelda al producirse
la vivificación y el Ego penetra en su cuerpo, todos los núcleos han desaparecido y aquél se encuentra como
autócrata absoluto de su nuevo vehículo, una herencia más preciosa que cualquier otra posesión terrestre, la cual,
si se usa debidamente, es único medio para generar poder anímico y amontonar riquezas en el ciclo. Cuando
abandonamos este vehículo al control de otros espíritus, entonces obstaculizamos seriamente nuestra evolución
superior y cometemos un gran pecado.
Vemos, pues, que la sangre es el vehículo particular del Ego, y así como en los pasados Eones de
desenvolvimiento hemos cristalizado la materia con objeto de formar nuestro cuerpo denso, así también estamos
destinados a que ahora eterealicemos nuestros vehículos con objeto de podernos elevar, tanto nosotros mismos
como los reinos de la materialidad, a lo espiritual. Por lo tanto, naturalmente, el Ego trata en primer término de
hacer la sangre gaseosa, y a la visión clarividente esta sangre roja, no nucleada, no es un líquido sino un gas. De
nada vale el argumento de que en el momento mismo en que nos pinchamos la piel la sangre sale como líquido,
porque también cuando abrimos la llave de una caldera de vapor, el vapor se condensa y convierte en líquido,
aunque si hacemos una máquina de vapor de vidrio y observamos como trabaja el vapor allí, veremos que los
pistones se mueven adelante y atrás empujados por un agente invisible, el vapor vivo. Y así como el vapor vivo
de la caldera es invisible, y gaseoso, también la sangre viva del cuerpo humano es un gas, y cuanto más elevado
es el estado de desenvolvimiento de cualquier Ego, también más etérica y sutil puede hacer su sangre.
Cuando, mediante los procesos vitales, el alimento ha alcanzado el más elevado estado alquímico, comienza el
proceso de condensación y se forma el gas sanguíneo en los tejidos de los varios órganos para reemplazar a lo
que haya sido deteriorado o gastado por las actividades corporales. El bazo es la llave de paso del cuerpo vital.
Por allí entran las fuerzas solares que abundan en la atmósfera circundante en forma de corriente continua, para
ayudar en los procesos vitales, y es justamente allí también donde se desarrolla más enérgicamente la batalla
entre el cuerpo de deseos y el cuerpo vital. Los pensamientos de temor, de ira, de preocupación, se interponen en
los procesos de evaporación del bazo. En seguida se produce una partícula de plasma, de la cual se apodera un
elemental, que constituye su núcleo y se incorpora en él. Allí comienza una vida de destrucción, chocando con
otros productos o elementos de desgaste haciendo del cuerpo un depósito de residuos, un osario, en vez de un
templo del Espíritu Viviente. Por eso podemos decir que todo corpúsculo blanco que haya sido tomado por una
entidad exterior, es para el Ego una oportunidad perdida. Y cuanto mayor es el número de estas oportunidades
perdidas para el cuerpo, tanto menos está el cuerpo bajo el control del Ego. Por consiguiente, los encontramos
presentes en mayor cantidad en un cuerpo enfermo que en una persona sana. También puede decirse que la
persona de naturaleza jovial y bonachona o una devotamente religiosa y que tiene completa fe y confianza en la
divina providencia y el Amor, tiene un coeficiente de oportunidades perdidas o corpúsculos blancos muchísimo
menor que las que están siempre preocupándose o viven inquietas.
Así es, pues, que la única parte del cuerpo que es realmente nuestra es la sangre, y en la misma medida en que
podamos controlar toda nuestra sangre, puede el Ego expresarse por intermedio del cuerpo. El Ego solo puede
obrar por intermedio de los corpúsculos rojos. Cada vez que nos dejamos llevar por la negatividad, elaboramos
innumerables corpúsculos blancos, los que, como hemos visto, no son los policías del sistema, como cree la
ciencia oficial, ni mucho menos, sino destructores.
Cuando la sangre circula por las arterias profundas del cuerpo, es un gas, corno hemos dicho; pero la perdida de
calor que se produce en la superficie del cuerpo hace que se condense parcialmente y justamente en esa
substancia el Ego está aprendiendo a formar cristales minerales. La ciencia oficial ha descubierto recientemente
que la sangre de las diferentes personas contiene cristales distintos, de manera que es posible actualmente decir si
una sangre pertenece a un negro o a un blanco. Pero llegará un tiempo en que se conocerán todavía diferencias
mayores, porque de la misma manera en que hay diferencias entre los cristales que forman las distintas razas,
también las hay entre los que forman los diferentes individuos.
Contemplando el asunto desde otro punto de vista, observamos que cuando se bate la sangre con una varilla, se
separa en tres substancias distintas: el suero, o sea una substancia acuosa, que está bajo Cáncer y regido por la
Luna (Jerarquía Lunar); la substancia roja colorante, que es la substancia marciana generada bajo Escorpio; y la
más importante de todas, la fibrina, o materia filamentosa, que está bajo la influencia del tercer signo acuoso,
Piscis. Cuando el esqueleto se encontraba en la parte exterior de la carne, la conciencia era muy oscura, como en
los crustáceos. Al salirnos de la estructura ósea hemos logrado un grado de conciencia muchísimo más elevado, y
al espiritualizar este esqueleto interior que ahora tenemos, por medio de la sangre, extraemos la esencia de todo lo
que hemos aprendido en las épocas pasadas, lo cual podremos transformar en poder anímico en el Período de
Júpiter. Interponerse en esta obra es cometer un crinen contra el alma.
Como la mujer tiene un cuerpo vital positivo, madura naturalmente antes que el hombre, y las partes del cuerpo
que tienen cierta similaridad con las plantas, como el cabello, crecen en aquella con más vigor. Naturalmente, un
cuerpo vital positivo genera más sangre que un cuerpo vital negativo, como el que posee el hombre, y de ahí que
haya en la mujer una presión sanguínea mayor, de la cual tiene necesidad de librarse mediante el flujo mensual,
produciéndose, al cesar éste en la edad crítica, una especie de segundo crecimiento en la mujer, la que adquiere
los caracteres de lo que lamamos “matrona”.
Los impulsos del cuerpo de deseos empujan la sangre a través de todo él sistema a distinto grado de velocidad, de
acuerdo con la fuerza de las emociones. Como la mujer tiene un exceso de sangre, actúa bajo una presión mucho
más elevada que el hombre, y si bien esta presión se rebaja durante el flujo mensual, hay momentos en que se
necesita una válvula de escape extra: son las lágrimas femeninas, que en realidad constituyen una hemorragia
blanca, que sirve para dar salida al exceso de fluidos. El hombre, aunque es capaz de sentir emociones quizás tan
fuertes como la mujer, no es tan propenso a las lágrimas, porque no tiene más sangre de la que confortablemente
puede utilizar.
La sangre está en nuestros días diferentemente constituida de lo que lo estaba en las primeras etapas de la
Evolución Humana. El Espíritu de Cristo fue visto descender al cuerpo de Jesús durante su Bautismo. Jesús
mismo, el espíritu, abandonó ese cuerpo, y se le encargó una misión especial para servir a 1as iglesias, mientras el
Cristo utilizaba su cuerpo para difundir Su Enseñanza directamente, preparándose Su Sangre como un Sésamo
ábrete para dar entrada al Reino de Dios.
Cuando se mata a alguien, la sangre venosa, con sus impurezas, se adhiere firmemente a la carne, y, por lo tanto,
la sangre arterial que fluye es evidentemente más pura y limpia de lo que hubiera sido si no fuera por eso.
Habiendo sido eterealizado por el Gran Espíritu de Cristo, la sangre purificada de Jesús se derramó sobre el
Mundo, purificando las regiones etéricas de todo egoísmo hasta cierto punto y dando al ser humano una
oportunidad mejor para obtener substancias que le permitan crear y formar propósitos y deseos altruistas.
Max Heindel
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Además desde la Revista de Biosophia,
un escrito de Rudolf Steiner:
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fraternalmente, Edgardo Ceol
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